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Sonriendo a la Vida por J.A.

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Sonriendo a la Vida.

Por J.A.

¿Cómo empezó?, sería mentirme al decir que no lo recuerdo, porque en mi memoria quedo plasmada todo y cada uno de los detalles que transcurrieron en ese momento, es suficiente el cerrar los ojos y los recuerdos vienen sutiles como las olas del mar acariciando la cálida arena.

Un imperceptible olor a tierra húmeda acompañado con el rítmico sonido de la lluvia provoco el destinado encuentro, que enlazaría nuestros caminos, vendita lluvia la hizo descubrir lo indeleble que puede ser una sonrisa.

Fugaz y mortal fue aquel golpe invisible que hizo paralizar mi corazón, como ladrón en la noche que se lleva aquello mas valioso mientras duermes, a diferencia que mis ojos se encontraban abiertos y siendo testigos de tan grave delito.

Desarmada y atónita continúe viendo aquel atlético cuerpo amoldarse a la mojada ropa que pretendía cubrir su perfecta anatomía ante mi austera mirada, que solo seguía los leves movimientos de sus pulcras manos intentando alejar las envidiables gotas de agua que se deslizaban vanidosas por su rostro.

-¿Te encuentras bien? –

De repente su suave voz me saco repentinamente del trance en el que inocentemente me había capturado, aturdida aun por aquel encanto inesperado tarde un poco en reaccionar pero mi rostro ya había delatado mis morbosos pensamientos.

Intentando articular palabras, nuevamente quede petrificada ante tan inesperada situación, mi boca quedo entumida y mis ojos desorbitados ante tan gentil atrevimiento, y el rubor creció al sentir la tibia mano sobre mi frente, aun sin comprender que sucedía.

-Oh! Lo siento - y se aparto súbitamente ese gesto cálido y me trajo de golpe a la realidad.- no debí hacer eso- se disculpo nuevamente.

-¿Cómo?..- fue lo único que dije, tocando mi propia frente donde en su momento una mano ajena a la mía había estado dejando una leve sensación de paz.

-¡Jill!- una voz intrusa interrumpió, haciendo que el océano mismo que surgía de sus ojos se desviaran hacia la persona que la nombro tan confianzudamente.

-Adiós – levanto su mano en despido y entre la lluvia pego un salto infantil girándose levemente para agregar con amabilidad- que te mejores de tu fiebre – y ahí estaba esa maldita sonrisa que embeleso mis sentidos.

Me limite asentir y despedirme con la mano, mientras le veía alejarse entre la multitud, por otra parte la lluvia había cesado y como era de esperarse un resfriado me invadió.

-Debió ser eso – me explique mientras me intentaba reponer, aquella chica tal vez jamás le volvería a encontrar o tal vez la fiebre fue el causante de toda esa inesperada e inexplicable reacción.

Pero el destino tenia trazado otro camino para mi, cuando vi una silueta conocida cruzarme por un pasillo de la universidad, no pude evitar seguirle con la mirada, al verle rodeada de varias personas, destacando de entre la multitud, sentí que nuestras miradas se cruzaron y una cálida sonrisa me fue otorgada. Jill repetí su nombre mentalmente.

Sin darme cuenta mis ojos siempre le buscaban en cada lugar que parecía frecuentar, y nuevamente aquel privado intercambio de sonrisas comenzó a convertirse en una agradable rutina para mi, siempre rodeada de personas, compartiendo, conviviendo, almorzando, ahí estaba siempre acompañada, era como una luz que atraía a los demás incluyéndome entre ellos.

Era enigmática, amable, compartía con los demás, su gentileza era conocida para muchos y destacaba en cada cosa en la que estuviera involucrada, era como un libro abierto que atraía tu atención cada una de sus páginas invitándote a continuar leyendo cada párrafo de su vida, pero entre tanta luz había una pequeña oscuridad, unas páginas que se encontraban cerradas.

De vez en cuando le descubría una mirada perdida y una diminuta sensación de tristeza, aquellos ojos celestes se apagaban y su sonrisa se borraba, parecía la chica perfecta ; sin embargo en esos momentos mi corazón daba un vuelco y los deseos de ir abrazarla incrementaban.

Entonces ocurrió, mientras tenia frente a frente a un enemigo mortal y esperaba derrotarle ese dia, tentando la suerte coloque las 3 monedas en el despachador frente a la tienda, con la fe de que ese dia si me daría la soda que había seleccionado, sin embargo aquella embaucadora maquina se quedo con mi cambio y la soda.

-Jodida Maquina!- vocifere en frustración, era el más cercano a los departamentos y me había quedado sin jugos, tenia aun la vaga esperanza de que ese día podría sacarle provecho a las monedas que guardaba.- increíble!!- me quede con la sed pero no con el coraje, levante un pie con intenciones muy claras.

-Ey ey! –esa voz que provino de algún lugar paralizando mis acciones- no deberías destruir la propiedad pública – había cierto atisbo de risa contenida ante aquel comentario, pero en ese momento mis ojos se centraron en la bella joven que se interponía entre mi pie y la máquina de sodas, con la palma le dio un leve golpecito, obteniendo la soda y el cambio. –Vez –

-Ah – fue lo único que pude articular una futura periodista que debería ser muy elocuente- gracias –

Sonrio y esta vez solo para mi, no había notado lo egoísta que era hasta esa tarde, Jill era su nombre y me importaba todo lo que ella era, aunque en un principio no podía deducir que era ese sentimiento acompañada de una extraña necesidad de compartir todo el tiempo posible con ella.

Y así fue, la amistad floreció y poco a poco se convirtió en algo mas intimo, aun con algo de temor por todo lo que conllevaba este amor taboo, sin embargo una simple mirada acompañada de su tranquilizante voz se convertía en el antídoto de todo mis miedos.

Se graduó y yo continúe estudiando a veces bien a veces mal, pero ahí está ella, la soledad se disipo y ella era solo para mi, al menos cuando no estaba trabajando, vivíamos en un sueño, pero no me había dado cuenta que la que vivía en ese sueño tan solo era yo, en ningún momento volví a preguntarme sobre aquella mirada triste que vi una vez, quizá ese fue un error que pagaría con creces.

Pero pronto lo descubriría, Jill era medico, siempre rodeada de personas, una luz en medio de tanta oscuridad, solía alejarme un poco para no quedar cegada ante esa iluminación tan suya, ayudando a los demás, regalando esa sonrisa.

Jill, se convirtió en el agua que saciaba la sed de mi naufragio y la brújula que guiaba mi mundo a un lugar mejor, pero nunca me detuve a pensar que quien deseaba ser rescatada, era la dueña de esos ojos celestes que me miraban con amor.

La monotonía solía convertirse en mi sombra, pero con ella se desvanecía como magia, improvisaba, descubría y las emociones estaban a flor de piel, sus caricias se envolvían mi alma y sus besos reanimaban mi vida.

Aun me pregunto porque no me di cuenta, de que había esa ligera oscuridad y la nostalgia se convertía en suspiros cuando pensaba que no la veía, pero tenía miedo de saber, que ignorante fui.

Como toda deuda, mi tiempo llego y la factura con mi nombre impreso apareció, cuando a la distancia le vi caer como una pluma que desciende lentamente, corrí entre la multitud intentando detener su caída. ¿Cuándo paso?.

-Jill …- no podía ser cierto- Jill – aquello era tan irreal y a pesar de eso ahí estaba esa maldita sonrisa aun cuando se desplomaba ante mi incredulidad – ¡¡¡¡JILL!!!! - esa oscuridad en su mirar acompañada de una amarga serenidad.

- Hola… Amy –

Parecía que dormía, en su rostro podía verse claramente la paz que sentía, un letargo del cual se desconocía cuando volvería a ver esos ojos celestes, sus manos permanecían cálidas, el semblante relajado que me obsequiaba no impedía que las lágrimas empañaran mi visión.

-Jill…-ese día mencione su nombre tantas veces para poder asimilar lo que pasaba en mi entorno y tal vez despertar para descubrir que todo fuese un sueño, ahora comprendo aquella mirada, lo distante que solías ser del resto aun estando rodeada de personas.

Han pasado 3 años y continuo viéndole atrapada en aquel letargo infinito, me aferro a la vaga idea de que inesperadamente abrirá sus ojos y volverá a sonreírme, pero sigue dormida con la compañía de tantas maquinas y el sonido monótono que indica sus pausados latidos.

Platicaba cada día y cada noche con ella, aunque no tenia respuesta sentía que podía escucharme, sus manos inertes las cubría con las mías y las bañaba en silenciosas lagrimas, Jill no podía consolar mi dolor, solo permanecía dormida mientras la vida seguía su curso sin ella.

Antes de lo que imagine mi esperanza se había desvanecido como la sonrisa que me enamoro, tenía que decidir si debía dejarle ir pero no tenía la fuerza suficiente para hacerlo, esa noche permanecía con ella, observando cada uno de sus rasgos, intentando grabar en mi memoria todos los recuerdos que llenaron de inminente felicidad mi existencia.

Sin querer el sueño me venció y termine acurrucándome a su lado por última vez.

Una luz inundo la habitación, abrí los ojos intentando descubrir su procedencia, ya había amanecido.

-Hola dormilona…-una voz familiar y suave hizo vibrar mis sentidos, busque la dueña de aquel voz, mire incrédula a Jill de pie junto a la ventana, me levante súbitamente intentando alcanzarla pero algo me lo impedía. – Mi amada Amy…- melancolía con una leve mezcla de tristeza acompañaba mi nombre.- Te amo… lamento no haberlo dicho antes -

-Jill – mi vista se empaño y mi garganta adolorida apenas articulo- Jill….- Dios mismo sabia que me negaba a creer que aquello era tan solo un sueño.

-Es hora de despertar- dijo ella posando su mano en mi húmeda mejilla, era un acaso un adiós o solo mi subconsciente resignándose a dejarla ir.

-No me dejes…-tartamudee en suplica, no quería perder lo bueno que me había dado el destino y ahora cruelmente quería arrebatármelo, abrir mis ojos y tan solo un par de horas habían pasado, la noche aun regia el cielo y yo aun estaba recostada a su lado.

-Un sueño… - musite en la oscuridad, Jill no volvería; había decidido continuar en su largo sueño y yo no estaría en el, camine por los pasillos del hospital cruzando con el ir y venir de los usuarios y doctores del lugar.

Pero mi mente estaba llena de recuerdos buenos y malos, en donde había pensado que siempre estaría Jill, las páginas que no vi, ya daban la vuelta a lo inevitable, tanto como la noche es seguida por el día y el alba despuntando entre las nubes anunciaba otro nuevo amanecer.

-Srta. Necesito que firme la autorización –mi mano aun temblaba mirando la delgada línea en donde sentenciaría el destino de Jill y el mío; las lagrimas comenzaron a humedecer la hoja – la dejare un momento Srta. –

-Si… -suspire por enésima vez.

-Es como la bella durmiente – una pequeña dijo mirando desde el cristal, aun yo sin comprender a que se refería y ella sonrió – ella… es como la bella durmiente –

-Si…lo es-admití parándome a su lado – solo que ella no podrá despertarse –trague dolorosamente para no soltarme en llanto.

-¿Por qué?-cuestiono la pequeña de risos oscuros y unos ojitos celestes que miraban con curiosidad en espera de una respuesta.

-No lo se – dude en responder- tal vez desea seguir soñando..-

-No –dijo la niña repentinamente- solo que su príncipe aun no le ha besado, por eso no despierta – desee por un momento volver a ser una niña y creer en la ciega esperanza de que todo pude ser posible, iva a decir algo mas pero la pequeña desapareció sin percatarme.

Ignorando lo sucedido entregue aquella hoja con mi firma aceptando lo inevitable y en unas horas ella dejaría de existir.

Me acerque a Jill por última vez, tenía razón aquella niña era como la bella durmiente pero sin un príncipe que la rescate, tan solo yo quien se había rendido y dejo de esperar.

Las enfermeras comenzaron a desconectar aquellas maquinas que le mantenían con aparente vida, solo quedaba aquel sonido que imitaba el ritmo de su corazón, y no había marcha atrás.

-Adiós mi amor…- me incline levemente sobre ella y deposite el último beso en sus labios mientras dejaba de oír su corazón… solo deseaba poder ver de nuevo esa sonrisa, una nueva oportunidad que ya no tendría.

Un año después:

El cementerio es un lugar muy tranquilo y el viento fresco envuelve a sus visitantes, el olor a hierva húmeda es tan penetrante como las flores que adornan el lugar, deje unas flores frente aquel monolito.

-Ojala le hubiera conocido mas… - pensé en voz alta.

-Si… también me hubiera encantando conocerla – esa voz me hizo girar a mi lado, unos ojos celestes me miraban risueños, dejando un libro de cuento titulado la bella durmiente.

Aquella pequeña descubrí que había fallecido hacía muchos años en aquel hospital, aun no me logro explicar cómo pude verla ese día, sin embargo le agradezco el haberme dado una chispa de esperanza.

-¿Nos vamos? – una gentil mano me fue ofrecida y sin dudarlo la tome.

-Jill – dije sin más.

-¿Si?-

-Nada… solo quería decir tu nombre – y ahí estaba esa sonrisa que lleno de luz mi vida y me dio una segunda oportunidad.

FIN.

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